Esta bióloga asegura que las mujeres lo están pasando mal porque la cultura nos bombardea con demasiados focos y posibilidades, cuestión que choca con un cuerpo que tiene límites. Esa incoherencia conlleva enfermedades
No es fácil acceder a ella. Es precavida porque sabe que lo que dice requiere de la correcta comprensión de quienes escuchan y, muchas veces, las frases pueden enredarse y perder su verdadero sentido.
Bióloga, creadora del modelo de Integración Cognitivo Corporal (ICC), intenta a través de terapias individuales y grupales, que dicta en su centro, provocar en las personas un redescubrimiento interior.
Carmen Cordero Homad, alumna de Lola Hoffmann y Humberto Maturana, tiene claro el mensaje que apunta a liberarse de ese “yo” todopoderoso que hay dentro de cada persona y que no atiende en toda su dimensión a la conjunción que existe entre cuerpo, emociones y lenguaje.
-¿Cómo están viviendo, cómo lo están pasando las mujeres chilenas?
“Creo que lo estamos pasando mal, aunque eso no significa que estemos en un proceso negativo. Esto es producto de un cambio que se ha dado entre el siglo pasado y hoy y que tiene que ver con la salida de la mujer al mundo público en donde toma otros roles, en lo que yo llamo el despertar de su masculino interno. Creo que eso ha tenido un costo alto para nosotras, lo que no significa que no sea provechoso; los cambios y crisis tienen costos y hoy estamos en una toma de conciencia importante sobre éstos en nosotras.
“Estamos revalorizando lo femenino, está apareciendo nuevamente la intuición, la magia, la maternidad; es impresionante como ha aparecido. Hace seis años, cuando preguntaba por las características de lo femenino, no aparecía la maternidad y ahora está empezando a nombrarse. Creo que estamos en un proceso de integración con un importante aporte al proceso masculino, porque así como hay una transformación femenina, hay una masculina no sólo en el individuo, sino que en la sociedad y creo que el hombre está interesado en el femenino que puede contener, sobre todo los jóvenes”.
-¿Cómo se han expresado estos costos?
“Tengo una experiencia personal que me permitió darme cuenta de esto muy joven. Iba saliendo de mi casa, con mi primer hijo, tenía que llevarlo a la sala cuna e irme a la universidad porque estaba empezando a trabajar junto con estudiar; llevaba una mochila atrás y la mochila adelante donde iba mi hijo; los libros en las manos con el chupete. Salí corriendo y mi abuela, que estaba sentada tejiendo en el comedor, me mira y me dice Carmencita, que mal negocio ha hecho tu generación. Ya en la micro me dio una pena; fue la primera vez que dije aquí hay algo que hay que mirar, los costos de ser profesional y madre. Si las cosas estuvieran más integradas, los costos no serían tan altos; creo que las enfermedades en las mujeres reflejan un desgaste”.
-¿La expresión de eso han sido enfermedades, tensión, depresión?
“Lo que yo veo cotidianamente es que hay mucho sufrimiento, no lo digo en términos estadísticos, sino desde mi observación, hay culpa y poca claridad de para qué tanto. Esto se traduce, finalmente, en incoherencias que conllevan enfermedades, y también en mucho resentimiento, que se expresa tanto en lo corporal como a nivel del lenguaje”.
-¿Qué factores, elementos están condicionando el actuar de las mujeres?
“Nuestra historia. Una vez Lola Hoffmann me dijo puedes tener las ideas muy claras Carmen, pero hay 2 mil años de historia sobre tus espaldas y eso es un condicionamiento biológico, no sólo de ideas y paradigmas, o sea, hay un impulso que vas heredando, son movimientos que vas heredando”.
-¿La mejor expresión de ello son los roles?
“Me cuestiono un poco el tema, depende de si el rol te va a conectar o no con tu coherencia esencial. Ahora, de alguna manera, los roles sí condicionan, sin embargo, creo que somos responsables de lo que hacemos con ellos.
“Creo que hay un factor interno que las mujeres tenemos que trabajar, porque parte del condicionamiento son las conversaciones en las que nosotras mismas nos hemos ido reforzando. Entonces se fijan conductas en las que históricamente has ido aprendiendo a tener cierta identidad tuya”.
-¿O sea, el primer paso a dar es volcarse al yo interno y descubrirlo?
“Si yo hago un contacto con mi mundo interno, modifico el mundo externo, no es separado. Por eso hablo de integración. Una persona que contacta consigo misma, automáticamente va a tener cambios conductuales que van a modificar su relación con el entorno; no es trivial, no es que va a optar por cambiar el mundo, el cambio ocurre porque siente de otra manera. Si la persona contacta con el sufrimiento que le está generando un paradigma, entonces puede lograr cambios. Puede ser que desde el lenguaje resulten súper lógicos sus paradigmas, pero que no tengan relación con su naturaleza biológica”.
-Insisto, ¿cuán responsables somos de lo que nos pasa?
“En eso tengo una postura súper clara respecto de lo que hoy se habla. Hoy se dice que somos responsables de nuestros actos y yo digo seamos más humildes, o sea, nosotros somos responsables de aquellos actos que somos capaces de ver, nuestra conducta tiene billones de variables por las cuales se gatilla, no sólo el entendimiento del lenguaje.
“Entonces, puedo hacerme responsable de aquello que conozco, pero no me puedo hacer cargo de aquello que no conozco. Por ejemplo, yo puedo querer no generar sufrimiento en el otro y para eso digo voy a tratar de escuchar, ver, respetar al otro, pero hay millones de variables en la experiencia del otro a las que no tengo acceso y otras millones de variables en mi conductas que no veo que intervienen y el resultado es que genero sufrimiento. La importancia de saber de uno mismo para hacerse cargo es fundamental, ahí esta la responsabilidad, pero no partir con que sabemos lo que somos y como somos. Nos describimos en el lenguaje, pero no nos vemos. En este minuto, en esta entrevista, tú sabes más que yo de mí en mis emociones, porque tú me estás viendo en la totalidad de mis movimientos, de mi emocionar, y yo no tengo un espejo para verme; por eso, cuando uno se mira en un video se pregunta cómo hice eso. Usualmente no nos vemos, solo nos contamos lo que hacemos.»
“Ahora, hay una variable biológica que me permite saber más de mis emociones y ésa es el sentirme; entonces yo siento los gestos de mi cara y puedo entender por dónde va un sentimiento. Yo me puedo hacer cargo de lo que puedo ver y sentir, y el resto es el devenir de la vida”.
-¿El problema puede estar quizás en el objetivo?
“Exactamente, cuando hablo de paradigmas, hablo de creencias que marcan un foco de atención en nosotros; eso es relevante. Hay un problema de foco, ¿qué buscamos? ¿Conocer para controlar o conocer para amar? ¿le vamos a ganar a los hombres o vamos integrarnos con ellos? ¿vamos a seguir negando y criticando al ser con el cual compartimos la vida? ¿por qué tenemos tanta rabia con los hombres? Tenemos que entender que somos biológicamente distintos, en percibir el mundo, en cómo expresamos las emociones. No es verdad que ‘ellos no saben de emociones’. El tema es cómo integramos, cómo descubrimos lo maravilloso que es la relación entre ambos, después que ya se dio la batalla para tener un lugar de expresión de nuestro propio masculino. Estamos en un proceso que es integrar en las prácticas, y los jóvenes traen nuevas prácticas que permiten hablar de una integración a partir de dinámicas, no de teorías”.
Carmen Cordero profundiza indicando que estamos siempre buscando focos, intereses y con eso nos desfocalizamos. “Estamos en una cultura que nos bombardea con distintos focos y yo me pregunto para qué tanta posibilidad si el cuerpo no da para eso. Estamos en una conversación de posibilidades que nos obliga a mirar lo que no tenemos. Yo digo miremos lo qué tenemos, no perdamos la perspectiva de lo que hay, y a partir de eso, focalicemos. Si no, llegamos a que las mujeres tienen que ser líderes, profesionales, buena madre, buenas esposas y amantes, dar bienestar y placer, ser felices; y yo digo qué horror si la biología tiene cierto acote, hay temporo-espacialidad por el momento. Paremos”.
“Miremos lo que hay y quizás le vamos a dar otro orden para generar evolución, cambio. Hay ciertas coherencias que este lenguaje nos hace perder; las perdemos porque nos volamos en el lenguaje y perdemos la relación con la ley biológica, con los límites; el lenguaje no tiene límites, es infinito lo que yo puedo armar ahí. Si no genero una experiencia coherente sentida desde el cuerpo, genero sufrimiento.»
-¿Cómo?
“O sea, cuando yo trato de ser la mujer 10 sufro, no disfruto de ninguna de las posibilidades de la mujer 10, cumplo patrones y me enfermo, me estreso; biológicamente no hay ninguna posibilidad de lograrlo. Todo es visto como si la razón decidiera, es decir, todo visto desde el paradigma racionalista. Insisto, miremos lo que hay para reordenar, cosa que abre mundos increíbles”.
Fuente: Emol.com – https://www.emol.com/noticias/Tendencias/2007/06/13/731434/generar-coherencia-entre-cuerpo-y-lenguaje-disminuye-el-sufrimiento-humano.html